Ayer aludí a un supuesto mal gusto de un pueblo asiático amigo y hermano, el
japonés. He reflexionado sobre la injusticia de mis palabras y aprovechó hoy
para alabarles el gusto, la creatividad, la técnica y la innovación. Hace un
tiempo mandé comprar de rebote y por pura curiosidad ante lo insólito del
planteamiento, el manga Midori No-hibi, la historia de una adolescente que
se despierta un día convertida en la mano derecha del chico del que está
enamorado. El dibujo era genial y la trama tenía gracia. Yo como siempre,
acabé totalmente identificado con Seiji y perdidamente enamorado de Midori.
Ayer, gracias a las ventajas paralelas a la ley que proporciona la conexión
ADSL, pude disfrutar del anime. Y he de reconocer que en animación los
japoneses se superan a si mismos.
A mi la verdad, no me importaría que me creciera cierta señorita en mi mano
derecha y de creo que tampoco tendría demasiados problemas en adaptarme a
ser la mano derecha de esta misma señorita. Eso sí, un error en la elección
del sujeto y tendría que ponerme a pensar en las distintas opciones de
suicidio autónomo para miembros corporales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario